Uso del ozono en el suelo agrícola
En los últimos años, el ozono ha ganado popularidad como herramienta para la desinfección y regeneración del suelo agrícola.
Aunque tradicionalmente se le ha asociado con procesos industriales o de potabilización de agua, hoy sabemos que su aplicación en agricultura puede ser muy eficaz si se utiliza con conciencia y estrategia.
En nuestra experiencia, el ozono (o₃) es un oxidante muy potente que elimina patógenos como hongos, bacterias, nematodos y virus del suelo.
Se ha utilizado como alternativa ecológica al bromuro de metilo y otros fumigantes químicos.
Cómo actúa el ozono en el suelo
El ozono ejerce su función oxidante al entrar en contacto con la materia orgánica y microorganismos presentes en el suelo.
Esto descompone estructuras celulares de patógenos, desactivando su actividad biológica.
En suelos altamente contaminados, este efecto puede ser beneficioso, permitiendo una especie de “reseteo” biológico del ecosistema.
Además, al reducir poblaciones de patógenos, permite que la microbiota beneficiosa vuelva a colonizar con más fuerza si se inocula después correctamente.
La aplicación del ozono en suelos también puede mejorar la aireación temporalmente al romper agregados orgánicos no deseados.
Esta ruptura facilita una mayor disponibilidad de oxígeno, lo cual puede ser útil en suelos compactados o muy explotados.
Aplicaciones del ozono en el riego agrícola
Una de las formas más eficaces de aplicar ozono en agricultura es mediante el agua de riego.
El agua con ozono mejora la calidad microbiológica del agua de riego.
También puede usarse en fertirrigación para limpiar los sistemas y oxigenar el agua, mejorando la absorción radicular.
Esto tiene un efecto directo en cultivos intensivos o en zonas donde el agua presenta alta carga biológica.
Se ha observado que el uso de ozono en el riego ayuda en cultivos hortícolas, permitiendo controlar enfermedades comunes sin necesidad de fungicidas agresivos. Además, la oxigenación del agua favorece el metabolismo radicular y mejora la absorción de nutrientes minerales.
Beneficios observados en campo
Diversos ensayos han mostrado beneficios tangibles al utilizar ozono en agricultura. Por ejemplo se ha logrado mejorar la germinación en suelos infectados por fusarium y otros hongos.
También se han reportado mejoras en el contenido de oxígeno en suelos compactados, algo especialmente valioso en suelos arcillosos o con escasa estructura.
Otra aplicación práctica ha sido el control de nematodos en cultivos hortícolas.
Esta acción reduce la dependencia de nematicidas químicos y permite implementar estrategias más sostenibles.
Además, al sanitizar el sistema de riego con agua ozonizada, se eliminan biofilms y acumulaciones que pueden afectar la eficiencia del sistema.
Limitaciones y riesgos del ozono agrícola
Sin embargo, no todo son ventajas.
El ozono mata sin discriminar; si no se reestablece después la microbiología con compost, extractos o suelos vivos, el suelo queda estéril y expuesto.
Este es uno de los mayores riesgos: una tierra sin vida no es fértil por sí misma.
El ozono se consideraría un remedio de emergencia, no regenerativo.
Puede “limpiar” pero no “sanar”.
Un suelo oxidado por ozono puede tardar mucho más en regenerar su microbiota y enzimas que un suelo tratado con procesos colaborativos como extractos de hongos descomponedores, algas, aloe vera, seratonia, etc.
Por lo tanto se puede recomendar utilizar el ozono de forma puntual, como parte de una estrategia integral.
Además, el ozono es un gas muy inestable; se disipa rápidamente y por tanto requiere aplicación frecuente o sistemas de generación in situ.
Esto incrementa los costos y la necesidad de tecnología especializada.
Los equipos de generación de ozono no son económicos, y su mantenimiento puede requerir conocimientos técnicos específicos.
El ozono no es un remedio regenerativo, sino un desinfectante que puede ser útil solo en casos muy puntuales de suelos contaminados químicamente o infestados con organismos incontrolables.
Su uso sistemático va en contra de los principios de la regeneración natural del suelo y del holon.
También se puede aplicar para limpiar sistemas de riego en cultivos intensivos o favorecer un “reinicio” del sistema microbiológico cuando está contaminado.
Impacto microbiológico y estrés oxidativo
En términos biológicos, el ozono no discrimina entre organismos benéficos y patógenos.
Su aplicación puede eliminar microorganismos esenciales como firmicutes, proteobacterias, hongos micorrízicos, etc., que forman parte fundamental de los procesos de regeneración del suelo.
La presión abiótica como el exceso de exposición al ozono puede activar una reacción sistémica en el holon que lleva a la producción de enzimas antioxidantes y bloqueadores de o₃. Es decir, el sistema se defiende de él como de una agresión.
Cuando hay exposición excesiva a ozono en el sistema, se generan enzimas antioxidantes como peroxidasas y catalasas, lo que indica un estrés oxidativo importante. 
También se pueden inhibir procesos de señalización microbiológica (quorum sensing), lo cual ralentiza la colaboración microbiana y la disponibilidad de nutrientes.
Las plantas y los microorganismos generan enzimas de defensa no para prosperar, sino para sobrevivir al estrés oxidativo.
Alternativas regenerativas reales
Existen métodos mucho más compatibles con la regeneración del suelo.
Enzimas como las hidrolasas y liasas, producidas por hongos como ganoderma lucidum, schizophyllum commune o trametes versicolor, pueden regenerar suelos compactados o muertos enzimáticamente.
La aplicación de biofilms (mezclas secas de microorganismos autóctonos) permite reiniciar el quorum sensing del suelo.
Esto promueve la colaboración microbiana y acelera la restauración de ciclos biológicos esenciales.
También es posible utilizar bionosodes vivos a partir de raíces sanas del cultivo. Estos regeneran nuestro suelo sin destruir sus relaciones biológicas, al contrario de lo que haría el ozono. Estas técnicas restauran la fertilidad viva del suelo de forma sostenible y duradera.
Casos en los que sí tiene sentido el ozono
A pesar de sus riesgos, hay escenarios donde el ozono puede ser una herramienta útil.
Por ejemplo, en suelos contaminados con hidrocarburos, residuos industriales o metales pesados.
También puede ser eficaz como alternativa al bromuro de metilo en procesos de certificación ecológica, siempre y cuando se reestablezca la microbiología del suelo después de su uso.
En cultivos intensivos bajo invernadero, donde la presión de enfermedades es alta, el ozono puede servir como medida de choque para descontaminar.
En estos casos, su uso debe estar acompañado por la posterior aplicación de microorganismos regenerativos y cobertura vegetal.
Ventajas del ozono en el suelo y cultivos
- Desinfección efectiva: elimina patógenos como hongos, bacterias, virus y nematodos sin dejar residuos tóxicos.
 - Sustituto ecológico: puede reemplazar a fumigantes prohibidos como el bromuro de metilo en sistemas certificados.
 - Mejora temporal de la aireación del suelo: rompe agregados no deseados y favorece el oxígeno en capas profundas.
 - Limpieza de sistemas de riego: aplicado en agua, limpia tuberías y fertirriego, evitando obstrucciones y biofilms.
 - Aplicación rápida y sin residuos: el ozono se degrada rápidamente a oxígeno, sin necesidad de tiempos de espera largos.
 - Potencial en suelos contaminados: útil para suelos con residuos industriales, plaguicidas persistentes o infecciones fuera de control.
 - Compatible con agricultura de precisión: permite automatización en cultivos intensivos mediante generadores in situ.
 
Desventajas del uso de ozono en agricultura
- Destruye microbiología beneficiosa: no discrimina entre organismos patógenos y microorganismos esenciales para la fertilidad del suelo.
 - Puede dejar el suelo estéril: si no se reinocula con compost, extractos vivos o microorganismos autóctonos, el suelo queda biológicamente inerte.
 - Es un oxidante agresivo: provoca estrés oxidativo en plantas y microorganismos, alterando señales químicas esenciales como el quorum sensing.
 - Coste tecnológico: requiere equipos generadores especializados, con costes elevados de instalación y mantenimiento.
 - Efecto temporal: su acción es inmediata pero breve, lo que exige aplicaciones frecuentes o infraestructura constante.
 - No es regenerativo por sí mismo: no reconstruye ciclos biológicos, solo desinfecta; requiere integración con técnicas de regeneración microbiológica.
 - Riesgo de dependencia: su uso continuo puede debilitar la resiliencia natural del suelo, generando suelos más dependientes de intervención externa.
 
Conclusión
El ozono es una herramienta poderosa que, utilizada con inteligencia, puede formar parte de una estrategia integral de sanidad y regeneración en la agricultura. No obstante, su uso debe estar limitado a contextos donde sea realmente necesario, evitando la destrucción innecesaria del microbioma del suelo.
La verdadera regeneración viene de la colaboración entre el agricultor, el ecosistema y la tecnología adecuada.
Y en ese equilibrio, el ozono puede ser una chispa de reinicio, pero nunca la base del proceso regenerativo.
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